sábado, 16 de enero de 2010

Al mirar por la ventana, todo era diferente. Las calles gélidas de la ciudad bañadas por una capa nívea de espesa nieve, cada bocanada de aire llenaba mis pulmones de frío condensado. En un instintivo gesto abracé mi cuerpo con mis brazos. Todo era completamente distinto, no solo era por la nieve, tampoco por el frío o el invierno, yo misma había cambiado y con ello mis miedos eran bien distintos. Ya no tenía miedo a perderte por esta gran ciudad, sabía que seguías en mi cama como si eso fuera tu único fin en este mundo, seguirías ahí siempre. A lo único que tenía miedo en este momento era a perderme a mi misma, intentando ser la persona adecuada para ti.

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