sábado, 16 de enero de 2010

Recordar es demasiado fácil, hacer memoria tan simple que abruma, sentir que con cada momento vivido se te estremece el corazón, que con cada una de esas sensaciones das tu vida por concluida es lo que realmente vale la pena.
Vale por el sueño de una noche de verano. Vale por la primera lágrima de una carcajada desternillante. Vale por un: eres todo y más. Vale por una lámpara de luz taciturna. Vale por un te quiero susurrado al oído. Vale por una de esas tardes en las que no quieres hacer nada. Vale por una compañía perfecta. Vale por una dosis severa de azúcar. Vale por un trocito de Sol ardiente. Vale por sabor del primer beso. Vale por la emoción al escuchar tu canción favorita. Vale por un solo día siendo tú. Solo canjeable en tiendas especializadas, no se admiten devoluciones ni cambios imprevistos. De regalo una sonrisa, tres globos y un siempre jamás.
Al mirar por la ventana, todo era diferente. Las calles gélidas de la ciudad bañadas por una capa nívea de espesa nieve, cada bocanada de aire llenaba mis pulmones de frío condensado. En un instintivo gesto abracé mi cuerpo con mis brazos. Todo era completamente distinto, no solo era por la nieve, tampoco por el frío o el invierno, yo misma había cambiado y con ello mis miedos eran bien distintos. Ya no tenía miedo a perderte por esta gran ciudad, sabía que seguías en mi cama como si eso fuera tu único fin en este mundo, seguirías ahí siempre. A lo único que tenía miedo en este momento era a perderme a mi misma, intentando ser la persona adecuada para ti.
Dadle tregua a este corazón, que enamorado de la vida vio su fin dentro de una mano fría. Sentimientos gélidos y congelados por el viento.
En mi ventana se ha parado el tiempo. El otoño se marchó con restos de vidas pasadas. El invierno llega con posibilidades de no mejorar. El frío de tu ausencia sigue calando hasta lo más profundo de los huesos. Por no sentir, no siento nada. Ni siquiera el dolor insípido de tu marcha. Impasible ante las pocas muestras de apoyo. Ante gente corriente y moliente que te sonríen con la hipocresía propia del momento. Ya no eres una posibilidad. No soy. No existo. No vivo. A pesar de haber dejado de vivir vuelves a mis sueños y entre gritos despierto. Respirando tu adiós. Tapándome las ojeras. Tragándome las lágrimas, el orgullo y mi propio ego. Y delante de mi propia desgracia no soy capaz de despedirla. Porque nada tapa el agujero de mi pecho. Ni mi alma vuelve a ser la misma. Supura tristeza la herida interna. Me invade. Ya no queda nada, solo soledad. Solo existencia sin respiración.
Sonreír. Felicidad en desuso. Sentimientos apagados, pisoteados, aborrecidos. Sobrevalorar la vida de dos. Dejarnos de tonterías propias. Tragarnos el orgullo. Atragantarnos con nuestro propio ego. Perdonar lo imperdonable, sentir lo nunca sentido. Perderse en ninguna parte con la excusa existencial de encontrarnos. Pararnos a pensar cuando nos perdimos. En que brazos nos quedamos. En que besos nos hallaremos.
Sentir. Respirar emociones. Supurar heridas cardíacas. Fragmentos de una vida pasada, nómada, imposible. Imposible dejar de sentirte, aquí, dentro de mi. Incluso a contraluz, donde ya no dueles. Exceptuando las noches de un frío condensado dentro de mis pulmones, junto al humo de un cigarro amargo. Casi haciendo honor a tu insípida ausencia. Donde ya ni siquiera el aire se regala. Porque cada bocanada duele. Porque el tiempo pasa y tú, no estás.
Llueve. Las gotas chocan contra el asfalto que recubre esta gran ciudad. De mis dedos colgaba un desgastado cigarro del que pocas caladas había saboreado. Observo tu casa, tu luz aún prendida, tu rostro desvelado frente al cristal. Aquí una se muere de frío. Ahí dentro el calor mata por dentro. Ni siquiera las pocas caladas que le quedan a mi amargo tabaco llenan mi vacío gélido. Tampoco el vacío existencial de tus besos, de tus sábanas cálidas en noches de invierno. Tampoco los sentimientos que desprendían mis poros al verte a ti frente a mi puerta , con las esperanzas por los tobillos y la dignidad a la altura de tus zapatos. Nada queda de esa sensación. Ni siquiera tu voz susurrante al viento.
La última bocanada de aire frío traspasó mi tráquea, llegó a mis pulmones dolorosamente rápido. Encima de aquella cima transparente nadie me oía, tampoco el sonido de la lluvia que empezaba a caer se escuchaba, solo llantos que alguien dejaba escapar por su garganta. Los pájaros de hierro pueblan el cielo que antes azul ahora se me antoja grisáceo, taciturno, melancólico. Él, subido en uno de esos sueños voladores, se marcha para cumplir el suyo. Se va y yo, aquí sentada sin poder hacer nada más que lamentarme, le oigo en mis recuerdos, sonidos que se clavan en cada una de las paredes de mi cuerpo. Sentarse y llorar no hará que vuelva, nada lo hará. Ahora es cuando me doy cuenta de que todo aquello que planeamos era tan inestable como nosotros mismos, porque él no era para mi ni yo tampoco lo era para él, el amor deja de serlo cuando debes perderte a ti mismo en el camino de ser alguien perfecto para la otra persona.
La noche cayó, sin saber que tanto habías cambiado tan solo por un mordisco, te abracé fuerte y te llevé lejos de allí. Mientras el arma aún seguía en tus manos, rocé tus labios antes que la primera bala explotara en mi interior,caí al suelo con el último recuerdo de tu sonrisa dibujada en los labios, la pistola hizo un estruendo sordo contra el mármol. Porque otra vez tocaba perder, y hasta el último de mis suspiros quiso hacerte saber, que amarte, era para siempre.
Y sin saber cómo ni porqué acabé aquí, sentada la en la barra de este bar de motel barato, lo más caro que podía pagar mi escasa economía. Aún arriba la maleta sin deshacer, creo que me la cambiaron, al llegar tenía más proyectos que recuerdos, ahora solo queda algo dentro del neceser, al fondo, donde la pasta de dientes y el hilo de la esperanza. Demasiado entusiasmo en tan poco espacio, siempre acaba sobresaliendo por algún lado y perdiéndose por un lugar como mínimo muy alejado.
- Absurdo. Absurdo el sentimiento sincero que emana por todos mis poros al verte bañado por la luz taciturna, escarlata de la luna. Una luna plena. El amor que siento al notarte sobre mi espalda. Porque amar es la mayor locura a no ser que se ame con locura. Caricias que hacen estremecer cada uno de los resquicios de mi cuerpo. No necesito un loquero que me cobre 80 euros por sesión para lograr explicarme lo que me haces sentir. Sentir. Tú solo has logrado hacerme sentir y no solo en días festivos. Que a pesar de lo malo que llegue a ser mi día a día, mi vida, mi pasado, tú estás en mi futuro y la preocupación ha desaparecido. Tú solo me has echo volverme incoherente, me he tragado mis reglas y mis quizás para convertirlos en todo saldrá bien. Absurda soy ahora que tú me sonríes y yo te devuelvo la mueca idiota que ahora se pinta en mi cara. Porque el querer no es dar todo por la otra persona es darlo todo y no esperar nada a cambio.

domingo, 3 de enero de 2010

Si hi havia una cosa que sabia de debò, des de la boca de l'estómac fins al moll de l'os, des del cap fins a les plantes dels peus, des de la profunditat del forat del meu pit, era que l'amor dóna als altres el poder de destruir-te.
I a mi m'havien destruït sense reparació possible.